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Agua que entra al cuerpo por los oídos

  • Foto del escritor: Tatiana Peláez Vanegas
    Tatiana Peláez Vanegas
  • 30 jul 2018
  • 4 Min. de lectura

Uno de los instrumentos más lindos de la región Pacífica colombiana es la marimba de chonta. En los kilombos, este instrumento cumple un papel esencial en el proceso de reconstrucción de identidad y reconciliación. El maestro Hugo Candelario y la licenciada en música María Jimena Alvarado hablan sobre el poder de la hija de África.



Los sonidos, sin duda, están inmersos en la cultura y en los contextos geográficos. La historia de una raza, de un pueblo y de una comunidad, puede ser escuchada en su música, pues esta suele estar cargada de sentimientos, nostalgias y relatos. Para la musicóloga María Jimena Alvarado, la etnomusicología es precisamente eso, comprender la música más allá de lo que hay. En el Pacífico colombiano, por ejemplo, los instrumentos recrean la memoria colectiva de una comunidad que llegó hace mucho tiempo, que vivió un proceso de esclavitud y que sólo tuvo el recuerdo como base para su reconstrucción.


Los africanos secuestrados y esclavizados se encontraron en una situación donde la necesidad de supervivencia se volvió el motor para adaptarse a la geografía de un nuevo territorio. Ellos llegaron a la segunda zona más lluviosa del mundo, a una selva húmeda tropical, donde hay muchos ríos, mucho agua y unas playas de arena gris; una selva que es oscura, profunda y misteriosa; como la describe Hugo Candelario, líder del grupo musical Bahía: “Uno al Caribe lo siente más soliao, más despejao, y así mismo se siente su música. Los instrumentos del Pacífico son diferentes, los cununos, por ejemplo, están tapados por debajo, los alegres del Atlántico son más abiertos, suenan más brillante… la marimba suena a agua, si ustedes cierran los ojos y yo empiezo a tocar ahorita, van a sentir esa sensación, yo le llamo ‘agua que entra al cuerpo por los oídos’”.


La música tradicional no está escrita, hay que escuchar y conocer las historias de los viejos, de los maestros, para apreciar mejor un currulao o un arrullo; hay que escuchar cómo aprendieron, hay que saber cómo se vive en el Pacífico para entender por qué los ritmos de la naturaleza, del mar y de las lluvias están en la música.


Hugo Candelario, tuvo la oportunidad de crecer con maestros como José Antonio Torres, don Silvino en Guapi, don Guillermo Ríos y Justino García, de quienes aprendió que para hacer una marimba hay que cortar la palma de chonta y la guadua en menguante, siempre en menguante, para que la sabia y el agua estén abajo, mientras que hay que afinarla cuando la marea esté alta, también aprendió que no hay nada mejor para secar la madera que el humo de un fogón, y aunque no alcanzó a grabarse la afinación original, porque a los once años salió de Guapi para Bogotá, esa nostalgia y ese recuerdo lo persiguen a la hora de componer sus canciones.


Aunque las Antillas fueron pobladas por africanos, no hay registro de la marimba, ni siquiera en el Perú Negro, o en el Brasil Negro, tampoco en Cuba. Hay teorías que sugieren que la marimba llegó por unos galeones que naufragaron al frente de Esmeraldas (hoy Ecuador) con africanos que no alcanzaron a ser esclavizados y se mezclaron con los indios Chachi o Cayapas. Sin embargo, todavía no hay consenso en las investigaciones.


Tanto María Jimena como Hugo, concuerdan en que la marimba de chonta, por su forma de tocar y por su proceso de construcción es hija directa del Balafón, un instrumento idiófono y de percusión originado en el continente africano. Hugo en particular, está en desacuerdo con la teoría del maestro Abadía Morales, que afirma que la marimba es indígena y que los negros la adaptaron a su manera. Entonces, esa marimba, la de chonta, aunque es hija de África, es autóctona, es nuestra. De hecho, las matrices de la música colombiana son africanas.


La clave del bambuco es cubana, más afro, más tierra. El bambuco se encuentra en todo el país, en el Tolima y el Huila se conoce como San Juanero o rajaleña, en Nariño es el Son sureño, en Cundinamarca y Boyacá se convierte en Guabina y en Santander en Torbellino, pero es la misma matriz de herencia africana, sobre la que también se desarrolla el Currulao.


La clave del Currulao es más aire “esa quinta corchea que siempre estamos acentuando en el bombo golpeador… en el contexto de nuestros ancestros, de hambre y frío, cuando hubo la oportunidad de hacer música, no hubo tiempo para pensar en estética, ni en desarrollo armónico, allí, en ese momento, hubo un trance, el espíritu tuvo que volar y esa es la raíz de nuestro Currulao, de nuestro Bambuco Viejo”. Afirma Hugo Candelario.


Es evidente la fuerza de geográfica, si un pueblo está cerca del mar, su canto es más duro y repica más, si está monte o selva adentro su canto es más suave. Así, en Timbiquí que es un territorio minero con más población afrocolombiana, el sonido es más cadencioso y con más lamento, en Guapi, Cauca, hay una influencia afro fuerte, pero al tener más mestizaje, se acelera la música, como en el Atlántico, en San Basilio de Palenque el Bullerengue es cadencioso, mientras que la cumbia y el porro, de territorios más mestizos, van más rápido. Finalmente, en Buenaventura el sonido se transforma porque es un territorio poblado por gente de Chocó, Timbiquí, Guapi, y de otras partes, es un puerto con otro sonido.


María Jimena tiene razón, apenas se escucha el sonido de la marimba de chonta, todo el público lo siente, es un instrumento que genera identidad. La marimba representa esa costa mística al occidente colombiano. La hija de África representa esa manifestación cultural que sólo se preserva cuando hay gente tocando, aprendiendo y sintiendo.



 
 
 

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© 2018 por Laura Tatiana Peláez. Creado por Wix.com

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