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MARTHA, LA LIDERESA

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"Yo no soy cualquier mujer, niña". Me dice Martha, con una voz fuerte y con acento valluno. "Soy una mujer afro, esto –mientras estira la piel de su brazo– el color de mi piel y lo que eso implica". Es una mujer alta, de contextura gruesa, con un pelo precioso, negro, crespo y rebelde, como ella.

Martha Lucía Rentería es la matrona del kilombo Niara Sharay en la localidad de Bosa. Es un poco desconfiada y brusca al tratar, lo que contrasta con su voluntad de servir todo el tiempo. Para Martha no aplica el adagio popular "primero yo, segundo yo y tercero yo" o sí, pero si se cambia el pronombre. Siempre está pensando en los demás.

Tiene 43 años y desde los 13 está involucrada con los consejos comunitarios y con los temas de liderazgo social. Así era en Jamundí, Valle del Cauca; a pesar de ser una niña, era quien hablaba con los alcaldes, concejales y periodistas sobre las necesidades de la comunidad. A los 24 años ya defendía la empresa pública de Acuavalle de la privatización, pero en Colombia, defender el interés público es muy peligroso.

 

"Eso fue en el año 2000. Los paramilitares llegaron en Mayo, pero me hicieron el atentado en septiembre de ese año. Ellos no me conocían, es más, los que me iban a matar pasaron tres veces por mi lado. Eso fue en una manifestación. Yo creí que estaban buscando a otra persona. Me acerqué a alguien de seguridad y le dije: " mirá, esos dos tipos andan en Jamundí en chaquetas y Jamundí es caliente. La moto no tiene placas". Ellos dijeron que de pronto eran matones, de los que últimamente habían llegado a Jamundí". Martha no sólo denuncia a los grupos paramilitares, sino a varios políticos de la región a quienes ella había denunciado por corrupción. Según Martha, fueron ellos quienes la pusieron en la lista de objetivos militares de los paras.

 Llegó a Bogotá por accidente. No le gustan las ciudades tan grandes y tan frías. Entendible, Bogotá, en un principio, aterra a cualquiera. Vino a poner la denuncia ante la Fiscalía y estaba lloviendo, por eso odia la lluvia en Bogotá porque no refresca como en el Valle, obliga a encerrarse. En la capital tuvo que vivir 15 días en la calle, durmiendo en banquitos y bañándose con otras mujeres en alguna fuente de agua natural, de las que están escondidas entre las montañas de la ciudad. Un día pidió prestado un baño "No le miento, niña, nadie me lo quiso prestar, ni alquilar. Me hice en los pantalones". En ese momento supo que debía volver a Jamundí porque allí tenía su casa, vivía bien y no sufría humillaciones. La intentaron matar, otra vez.

"Yo me devolví el 7 de diciembre del 2000 y el 18 estaba con Jesús María Salamanca, quien había sido secretario de Gobierno en las últimas cinco alcaldías de Jamundí. Él renunció porque no estaba de acuerdo con la lista (de objetivos militares) que gente de la Alcaldía había hecho con los paras. Estábamos en un taller que ofrecía el Ministerio del Interior sobre Derechos Humanos para los líderes sociales y yo me retiré". Martha se encontró con Jesús en una cafetería y él le advirtió que si no salía de inmediato para Bogotá, la iban a matar. Le dio toda la plata que tenía y la comida que llevaba para su almuerzo. Martha se fue enseguida y no alcanzó a llegar al puente de Cali, cuando la llamaron para avisarle que acaban de matar a Jesús. Por unos minutos y habrían matado a dos pájaros de un solo tiro. ¡Cobardes!

Volvió a la capital y ya lleva 17 años aquí. Convirtió a Niara Sharay en un pedacito de su territorio, donde practica medicina ancestral y recibe a muchas víctimas del conflicto, pero sobre todo a mujeres víctimas de violencia sexual. Es una gran médica, la primera vez que nos encontramos huntó una loción de un olor exquisito sobre mis manos para que no estuviera ansiosa, yo no le comenté que sufría de ansiedad. Tiene el ojo entrenado. Las veces que visité el kilombo fui con mi mamá y a ella también le hizo sobijos muy efectivos para un tendón lastimado. Con mi mamá era un poco más dulce que conmigo, es que no le gustan las personas consentidas "Niña y usted por qué siempre viene con su mamá, aprenda a venir sola" me dijo en una de las visitas con un tono de regaño. No sentí la necesidad de explicarle o justificar mi compañía, siempre que puedo salgo con mi mamá, es complicidad, no consentimiento. "Bueno, pero yo mi historia no se la cuento a cualquiera que aparezca, sea juiciosa niña, van a salir cosas lindas de esto". Me pareció que sonrió cuando me dijo eso.

© 2018 por Laura Tatiana Peláez. Creado por Wix.com

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