JOHNNY: UN TESTIMONIO MUSICAL
Johnny toca la tambora con un ritmo envidiable y la marimba de chonta como sólo lo pueden hacer los marimberos nacidos entre el manglar y criados en las playas grises del Pacífico. Habla poco y bajito, cualidades compatibles con su paciencia y parsimonia para hacer las cosas.
Es Daira quien me cuenta la historia del hijo que vive con ella en el barrio Lourdes, de su compañero de batalla, que dicta clases de música en los talleres que ofrece el kilombo y que acompaña como nadie sus arrullos y currulaos, su músico predilecto. El mediano, quien nació entre Gina, la consentida por ser la única hija mujer y Quisú, el menor. También del que le ha hecho sacarse el corazón y tenerlo en la mano de la preocupación.
"¡Johny tiene una historia!, cuando estaba pequeñito me dijo que no quería estudiar, que lo que él quería era plata
Al son de la tambora

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Andaba con otros niños de la comunidad y en ese entonces era muy fuerte la palma africana. Un día se me voló y se fue con todos esos pelaitos a una empresa de esas, pero lejísimos, a horas y horas de camino. La empresa se llama Mundo Nuevo, ¡imagínese no más el nombre!". Daira intentó recuperar a su hijo. Sin embargo, cuando llegó a la empresa, Johnny no estaba allí, le dijeron que se encontraba en una finca, ella nunca supo en cual. No lo vio por cinco años porque la familia, dueña de la empresa, prácticamente había esclavizado a su hijo, al obligarlo a trabajar largas jornadas sin un pago. Me costó creer la historia, parecía un relato sacado de alguna novela de Gabo, puro realismo mágico. Claro está, más realidad que magia.
Unos años después, Johnny logró escapar –no sé cómo porque su madre tampoco lo sabe– y volver con Daira, llegó sin nada, solo con tres pantalones rotos y una experiencia terrible que aún tiene marcada en el alma y en el cuerpo. Le dijo, como si lo que hubiese pasado fuera su culpa, que nunca más lo volvería a hacer. Se volvieron a separar, pero esta vez por culpa del desplazamiento forzado que sufrió su madre. En ese momento empezó a componer, junto con Quisú, a escribir canciones, a plasmar sus historias. Johnny entendió que quería y debía apostarle a la música como una vía para el cambio. y cómo no, el talento le brota por los poros. Hoy trabaja de la mano de su mamá en el kilombo Razana y tiene su propio grupo musical de Reggae: La Jungla, con el que incentiva a los jóvenes de la localidad de Bosa a contar historias a través de la composición y la melodía de los instrumentos.